viernes, 8 de noviembre de 2019

Fiestas y otras catástrofes




Estamos en pleno puente de los Santos y ya pensamos en el de la Constitución. Los españoles disfrutamos con las fiestas y nos olvidamos de la productividad laboral, mientras
los políticos debaten sobre las pensiones, la vivienda, el paro o la economía.
San Odilón, un abad de Cluny, en el siglo XI dió fuerza de ley y carácter universal a la liturgia monástica que celebraba el 2 de noviembre la festividad de todos los fieles difuntos. Ésta práctica piadosa fue impulsada decisivamente por Benedicto XV.
Tal día como hoy en 1755, se comprobaron los daños que habían producido un terremoto, un maremoto y los incendios posteriores, que acabaron con el 85% de los edificios de Lisboa arrasando palacios, teatros, iglesias y bibliotecas.
También afectó a Ayamonte, Conil y toda la costa atlántica de África, con daños en las murallas de Cádiz o la Giralda de Sevilla.
En Madrid cayó una cruz de una fachada ocasionando la muerte de dos niños. En Canarias se retiró el mar, dejando al descubierto las dunas de Maspalomas.
En Portugal reinaba José I, que huyó hacia Ajuda, donde vivió varios años en un campamento de tiendas, dejando la tragedia en manos de José de Carvalho e Melo, Marqués de Pombal, que asumió la tarea de organizar y reconstruir la ciudad.
Muchos pensaron que se trataba de un castigo divino, pero los filósofos de la Ilustración se encargaron de subrayar que, aquella desgracia era un desastre natural y reflejaba la fragilidad humana ante la naturaleza.
Feliz sábado a todos, a pesar de que... como decía Voltaire: "A los vivos se les debe respeto, a los muertos nada más que verdad".
(Maqueta antes del terremoto y grabados del Museo Municipal de Lisboa)

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